A lo largo de los últimos años, el concepto de “casa energéticamente eficiente” ha pasado de ser una aspiración técnica a convertirse en un criterio real de decisión para muchas personas que están pensando en comprarse una vivienda o mudarse a una nueva urbanización. Y es que ya no basta con que un edificio tenga buena orientación o aislamiento térmico: lo que está marcando la diferencia en el ahorro a largo plazo y en el confort diario son los sistemas que utilizan fuentes renovables para climatizar y generar agua caliente sanitaria. Aquí es donde la aerotermia y la geotermia han entrado con fuerza, transformando por completo la forma en que se diseña y se construye la vivienda colectiva en 2025.
¿Por qué estamos dejando atrás las calderas de gas?
Durante décadas, el gas ha sido la solución por defecto para calentar edificios y suministrar agua caliente. Era relativamente barato, fácil de instalar y ya venía con las canalizaciones preparadas en la mayoría de las ciudades. Pero su rendimiento es limitado, la dependencia de proveedores externos es alta y las emisiones de CO₂ derivadas de su uso han sido una fuente constante de preocupación. Con la llegada de las normativas europeas sobre eficiencia energética y la presión social por reducir la huella ecológica, la necesidad de buscar otras alternativas se ha vuelto urgente. Y, curiosamente, la solución estaba en el aire y en el subsuelo.
La aerotermia: energía del aire, incluso cuando hace frío.
Uno de los sistemas más extendidos actualmente en edificios de nueva construcción es la aerotermia. Este sistema aprovecha la energía que hay en el aire exterior para climatizar el interior de una vivienda. Aunque a simple vista pueda parecer contradictorio, incluso cuando la temperatura exterior es baja, las bombas de calor aerotérmicas son capaces de extraer energía del aire y transferirla al interior del edificio mediante un sistema de suelo radiante o de fan coils.
Lo que convierte a la aerotermia en una opción tan interesante es su rendimiento: por cada kWh de electricidad que consume, puede llegar a generar entre 3 y 5 kWh de energía térmica. Esto, en la práctica, se traduce en un ahorro notable en la factura de la luz y, además, en una reducción drástica de las emisiones. Y si el suministro eléctrico procede de fuentes renovables, el ciclo es prácticamente neutro en carbono.
Hoy en día, muchos edificios residenciales ya se están proyectando directamente con sistemas de aerotermia centralizados, lo que permite que toda la comunidad se beneficie del mismo equipo y de una eficiencia más alta. Esta opción es especialmente atractiva para cooperativas de viviendas, promociones privadas y proyectos públicos orientados a una arquitectura responsable.
La geotermia: lo que no se ve también puede calentar.
Frente a la aerotermia, que se nutre del aire, la geotermia basa su funcionamiento en la energía almacenada en el subsuelo. A partir de una serie de perforaciones verticales o mediante un circuito horizontal, se puede captar el calor que permanece constante en las capas inferiores de la tierra, y transportarlo a través de una bomba de calor geotérmica al interior del edificio.
El gran punto a favor de la geotermia es su estabilidad: mientras que el aire exterior puede fluctuar mucho según la estación, el subsuelo mantiene una temperatura bastante constante a lo largo del año, generalmente entre 12 y 18 grados a partir de cierta profundidad. Esta característica permite que el rendimiento del sistema sea más predecible, lo que lo convierte en una apuesta muy sólida a medio y largo plazo.
Eso sí, su instalación inicial es más compleja, ya que requiere estudios geotécnicos, perforaciones profundas y un diseño específico adaptado al tipo de suelo. Por eso suele verse más en edificios residenciales de gran escala o en promociones que apuestan por una inversión inicial más ambiciosa, con la perspectiva de obtener un ahorro sostenido durante décadas.
La vivienda colectiva como espacio experimental y de referencia.
Aunque tanto la aerotermia como la geotermia pueden instalarse en viviendas unifamiliares, es en el ámbito de la edificación colectiva donde estas tecnologías están encontrando su campo de expansión más fértil. Y es que los beneficios se multiplican cuando se aplican de forma centralizada: se reduce el espacio necesario para equipos individuales, se optimizan las instalaciones, se facilita el mantenimiento y se logra una economía de escala que hace que la inversión inicial sea más asumible.
Además, los edificios residenciales están sirviendo como laboratorios reales para probar la integración de sistemas renovables combinados, ya que es común encontrar soluciones mixtas donde la geotermia o aerotermia se conectan con placas solares térmicas o fotovoltaicas, o donde se utilizan sistemas inteligentes de gestión energética para distribuir la energía de forma eficiente entre los vecinos según sus necesidades.
En este sentido, desde la empresa de construcción Geneo Poland explican que cada vez más promotores optan por tecnologías renovables en obra nueva como parte del valor añadido del proyecto, ya no solo para cumplir con la normativa, sino porque la demanda de viviendas sostenibles ya es un criterio clave para el comprador.
Más allá de la calefacción: confort, salud y calidad del aire.
Uno de los factores que muchas personas desconocen cuando se habla de estos sistemas es que su influencia va más allá del ahorro en la factura. Al distribuir el calor (o el frescor) mediante superficies como el suelo radiante, se consigue una temperatura homogénea en toda la vivienda, sin las corrientes de aire típicas de los radiadores o aires acondicionados. Esto hace que la experiencia térmica sea más agradable y reduce el polvo en suspensión, la sequedad del ambiente y las molestias respiratorias.
También mejora el confort acústico, ya que los sistemas de aerotermia y geotermia generan mucho menos ruido que una caldera de gas tradicional o un compresor de aire acondicionado. Y al eliminar la necesidad de chimeneas o salidas de gases, se incrementa la seguridad del edificio y se liberan espacios útiles para los residentes.
Cómo está reaccionando el mercado inmobiliario.
La popularización de estas tecnologías ha coincidido con una mayor concienciación ciudadana sobre la sostenibilidad, y esto se ha reflejado de lleno en el mercado inmobiliario. Cada vez más portales de vivienda incluyen filtros para buscar edificios con certificación energética A o B, y muchas personas ya asocian estos sistemas con una mejora directa del valor de la propiedad. Comprar un piso en un edificio con geotermia o aerotermia ya no se ve como una rareza, sino como un acierto a largo plazo.
Además, están apareciendo nuevas fórmulas de financiación que facilitan la inversión inicial. Algunas comunidades autónomas ofrecen subvenciones o reducciones fiscales para proyectos de obra nueva que incorporen energías renovables. También hay bancos que incluyen condiciones especiales en hipotecas verdes destinadas a viviendas de alta eficiencia energética. Todo esto está ayudando a que tecnologías que hace unos años parecían exclusivas o caras se conviertan en una opción al alcance de cada vez más personas.
Normativas que están acelerando la transición.
Desde 2021, todos los edificios de nueva construcción en la Unión Europea deben cumplir con el estándar de “edificio de consumo casi nulo” (nZEB), lo que implica que su demanda energética sea muy baja y que una parte importante de esa energía proceda de fuentes renovables. Esta normativa ha sido clave para acelerar la adopción de tecnologías como la aerotermia y la geotermia, ya que se adaptan perfectamente a estos requisitos.
También se están endureciendo las exigencias en rehabilitación: cuando un edificio se reforma integralmente, debe incorporar mejoras que lo acerquen a los estándares actuales. Aquí es donde la geotermia puede convertirse en una solución ideal, sobre todo en edificios con patios, jardines o espacios libres que permitan la instalación de sondas geotérmicas verticales sin alterar la estética ni reducir la superficie útil.
Ejemplos de aplicaciones combinadas que funcionan.
En muchos casos, lo más efectivo no es elegir entre aerotermia o geotermia, es diseñar un sistema híbrido que se adapte a las características del edificio, del clima local y de las necesidades de sus habitantes. Por ejemplo, es frecuente ver proyectos donde se utiliza geotermia para climatización durante todo el año, y se complementa con aerotermia para picos de demanda o para reforzar el sistema en días especialmente fríos o calurosos.
Otra fórmula habitual es combinar uno de estos sistemas con placas solares térmicas para cubrir parte de la demanda de agua caliente sanitaria. Este tipo de soluciones permite reducir todavía más la dependencia de fuentes externas y obtener un rendimiento mayor con un gasto energético mínimo.
También está ganando fuerza el uso de sistemas de almacenamiento térmico: grandes depósitos de inercia donde se acumula el calor o el frío generado durante las horas valle del día, para distribuirlo cuando se necesita. Esto permite aprovechar mejor los momentos de mayor producción, reducir los picos de consumo y hacer que el sistema funcione con mayor suavidad.
Integración con domótica y redes inteligentes.
La dirección que está tomando todo este avance tecnológico en vivienda colectiva apunta hacia una mayor automatización y conectividad. Los sistemas de climatización renovable ya se están empezando a integrar con dispositivos domóticos que permiten monitorizar, regular y optimizar el consumo energético desde el móvil. Esto significa que el propio sistema aprende de los hábitos de los usuarios y adapta el funcionamiento para ser más preciso y económico.
Además, en algunos proyectos piloto se están conectando los edificios a redes inteligentes de energía que permiten intercambiar energía con otros edificios cercanos, aprovechar mejor la producción renovable a nivel de barrio y hasta participar en sistemas de balance energético con la red general. Aunque todavía son iniciativas incipientes, todo indica que en unos años la vivienda colectiva será también un nodo energético activo, capaz de producir, almacenar y compartir energía de forma eficiente.