Todos los viajes son aportan algo especial, pero mi viaje a Estambul lo recuerdo como algo mágico, no sé si fue la ciudad, su ambiente, su olor a especias, sus llamadas a la oración, su diversidad cultural, su exquisita gastronomía… o un poco de cada cosa, pero lo cierto es que esta increíble ciudad turca me tocó el corazón.
Estambul o Istanbul, como los turcos la denominan, es el nombre actual de esta histórica e importante ciudad que a lo largo de los siglos dependiendo qué civilización dominase ha ido sufriendo el cambio de denominación. Fundada por Bizante fue una ciudad griega denominada Bizancio hasta que diez siglos más tarde, en el año 324, el emperador romano Constantino funda Constantinopla sobre la antigua Bizancio. Fue el 28 de marzo de 1930 cuando se oficializó el cambio de nombre por Estambul. Este enclave geográfico y estratégico a caballo entre Europa y Asia, situada a orillas del estrecho del Bósforo y única salida al Mediterráneo del Mar Negro, capital de tres imperios, el romano, el bizantino y el otomano acoge tanta historia que su zona histórica fue declarada en el año 1985 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, por la gran importancia de sus monumentos y sus restos históricos, de los cuales no podemos dejar de visitar:
- Palacio de Topkapi. Es el palacio desde donde los sultanes gobernaron el imperio otomano, junto con toda su corte. Su construcción data de 1465, pero durante décadas el palacio se fue ampliando por los sucesivos gobernantes convirtiéndose en el más extenso de los que han sobrevivido hasta nuestros días. En sus 700.000 m2 el palacio cuenta con cuatro patios, múltiples edificios que albergaban las cocinas, los establos, las 400 habitaciones del harén, la sala del tesoro que contiene la colección más rica del mundo, la sala de las reliquias, etc.
- La Mezquita de Santa Sofía. Construida durante el mandato de Justiniano, entre el año 532 y el 537, es una de las obras maestras del arte bizantino, actualmente está reconvertida en un museo. Situada en el punto más alto de la ciudad, destaca por sus grandes dimensiones, su cúpula mide más de 30 m. de diámetro, y sus cuatro minaretes que dominan la ciudad.
- La Mezquita Azul. Su nombre se debe a que su interior está decorado con 21.043 azulejos de color azul que adornan la cúpula y la parte superior de la mezquita y sobre los que están escritos versos del Corán. Es la única mezquita de Estambul que posee seis minaretes, lo que provocó en el momento de su construcción un gran revuelo, al igualar el número de minaretes con la Mezquita de La Meca. Su iluminación se obtiene a través de 260 ventanas y de las lámparas que cuelgan del techo. Su nombre oficial es la mezquita del sultán Ahmet, ya que fue construida por este entre 1609 y 1616.
- Obelisco egipcio. Es el monumento más antiguo de la ciudad, colocado primeramente en Luxor (Egipto) por el faraón Tutmes II, siendo transportado por el Nilo hasta Constantinopla y colocado en el año 390 por orden del emperador romano Teodosio I en el Hipódromo romano.
- Hipódromo romano. Su construcción en el año 203, con 450 m. de largo y 130 m. de ancho, se estima que tenía cabida para unos 10.000 espectadores.
- El Gran Bazar. Es una ciudad dentro de la ciudad, en sus 35 ha de extensión cuenta con ochenta calles, cuatro mil quinientas tiendas, una mezquita, doce capillas, seis fuentes… es el mercado más grande de Turquía y uno de los más variados.
- Bazar egipcio o bazar de las especias por ser el lugar donde se vendían las especias traídas de Egipto durante la época otomana, fue construido en 1660.
- La Cisterna de Yerebatan. Construida en el año 532 es la más grande de las 60 cisternas construidas durante la etapa bizantina. Tiene una capacidad de 80.000 m3 y está sustentada sobre 336 columnas.
La gastronomía turca
La gastronomía turca es exquisita, el pescado y la fruta forman una parte esencial en su dieta. Para degustarla nada mejor que acudir a un restaurante típico donde degustamos Lüfer, Testi Kebak, pollo con miel, baklava, y por supuesto el famoso café turco (kahve), y como esta cena formaba parte del plan del viaje llevábamos en nuestra maleta unos trajes árabes que habíamos adquirido en La casa de los disfraces, algo que sin duda nos hizo mucha ilusión, dado que, gracias a los trajes nos integramos a la perfección en el ambiente del local, lo cual nos hizo sentirnos uno más y disfrutar de la velada en Estambul.